Lucía Flores-Wiseman, de 23 años, finalista de The Voice, posa con su guitarra en un café de Seattle, ciudad donde nació y comenzó su camino musical. ©Latino Herald

Los Ángeles, CA – Lucía Flores-Wiseman quedó en cuarto lugar en la temporada 27 de The Voice, pero su paso por el escenario fue mucho más que una competencia. Con apenas veintitantos años, Lucía Flores-Wiseman, esta joven de Seattle se convirtió en una de las voces más memorables del programa. No solo por su talento vocal, sino por lo que representa: una generación bicultural con talento, autenticidad y un profundo deseo de pertenecer.

Una historia entre dos culturas

Con Lucia me senté a conversar y su lenguaje corporal y verbal es genuino, fresco y lleno de vida. Lucia habla abiertamente de quien es, los retos que la llevaron a ser la joven que es, llena de sueños y con los pies bien puestos sobre la tierra. Lucía Flores-Wiseman es hija de un inmigrante mexicano originario de Morelia, Michoacán, y de una profesora estadounidense nacida en North Bend, Washington. Sus padres se conocieron en México cuando su madre, entonces estudiante universitaria, decidió aprender español en un club de conversación. El encuentro no solo unió a dos personas, sino también a dos culturas que Lucía Flores-Wiseman lleva consigo con orgullo.

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Su padre llegó a Estados Unidos con sueños grandes y recursos limitados. Comenzó trabajando en el techo de la planta de Boeing y hoy, tras años de esfuerzo, es inspector de calidad. “Mi papá nunca fue a la universidad, pero me enseñó que con disciplina y trabajo se puede llegar lejos”, dice Lucía Flores-Wiseman. Su madre, marcada por una infancia complicada, encontró en la educación un camino de transformación y estabilidad. Es ahora maestra de segundo grado y una de las mayores inspiraciones de su hija.

Durante la entrevista con el Latino Herald, Lucía habló de su infancia bicultural, su amor por la música y el orgullo de representar a hijos de inmigrantes. ©Latino Herald

De sentirse “entre dos mundos” a representarlos a ambos

Durante años, Lucía vivió la tensión de crecer “en medio”: no hablaba español con fluidez, no encajaba del todo con sus compañeros latinos en la escuela, pero tampoco con los estudiantes blancos. “Sentía que no era suficiente para ninguno de los dos lados”, confiesa Lucía Flores-Wiseman. Fue su padre quien la ayudó a entender que la identidad no necesita validación externa. “Eres mexicana porque lo llevas en la sangre”, le decía.

A lo largo de su infancia, la música fue su refugio. Aunque no nació con una “vena musical” evidente, como ella misma admite, cantaba todo el tiempo. Se preparó, estudió, canto, tomó clases, y dio lecciones de español para poder seguir adelante durante sus años universitarios. Estudió en Green River College, Seattle Pacific University y finalmente en la Universidad de Washington, en plena pandemia. Lucía Flores-Wiseman se destacó en sus estudios.

Su paso por The Voice

Lucía intentó audicionar en The Voice a los 15 años, sin éxito. Años más tarde, el destino tocó su puerta: fue contactada por el programa a través de un mensaje en redes sociales y decidió volver a intentarlo. Lucía Flores-Wiseman hizo su primera presentación con una canción poderosa: “La Llorona”, un tema que, según explicó, representa tanto el dolor como la belleza del alma mexicana.

Su coach fue Adam Levine, con quien más adelante interpretó While My Guitar Gently Weeps en una de las presentaciones más emotivas de la temporada. A lo largo del concurso, Lucía Flores-Wiseman no solo demostró su talento, sino también su capacidad de conectar con el público desde un lugar honesto, vulnerable y lleno de fuerza interior.

Pese a vivir con ansiedad y TDAH, se preparó física y mentalmente para cada etapa. Practicó pilates, caminó en la naturaleza, escribió en su diario y se apoyó en su red cercana. “Mi salud mental es tan importante como mi voz. Si no estoy bien por dentro, no puedo dar lo mejor de mí”, aseguró Lucía Flores-Wiseman.

Con voz suave pero firme, Lucía compartió que cantar le permitió reconciliar sus dos culturas y convertirse en un puente entre mundos que a menudo no se cruzan. ©️Latino Herald

Un símbolo para muchos, una voz para los que no se sienten representados

Lucía Flores-Wiseman no ganó The Voice, pero su presencia fue profundamente significativa. Recibió mensajes de jóvenes biculturales, de hijos de inmigrantes, de niñas que por primera vez se vieron reflejadas en alguien como ellas en la televisión nacional. Su historia es la de muchos, pero pocas veces se cuenta.

“Yo no vine aquí solo a competir. Vine a representar. A mostrar que no tenemos que elegir entre un lado y otro. Podemos ser todo. Y está bien así”, declaró Lucía Flores-Wiseman tras el anuncio de los resultados, que la colocaron en cuarto lugar, superando a miles de aspirantes en todo el país.

Durante la final, Lucía Flores-Wiseman compartió escenario con estrellas como Alicia Keys, Kelly Clarkson y Sheryl Crow, demostrando que está lista para ocupar su lugar en la industria. Hoy sueña con grabar su primer álbum, salir de gira y seguir cantando historias que, como la suya, nacen entre fronteras.

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