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Estados Unidos ve un alza en la mortalidad infantil en 2022, rompiendo una tendencia de dos décadas 

Washington D.C. – La tasa de mortalidad infantil en Estados Unidos aumentó en 2022, marcando el primer incremento en 20 años, según datos publicados el jueves 24 de julio, por los centros para el control y la prevención de enfermedades (CDC). En total, más de 20.500 bebés murieron antes de cumplir un año, resultando en una tasa de 5,6 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, un aumento del 3% respecto al año anterior. 

Desde 1995, la mortalidad infantil en Estados Unidos ha mostrado una tendencia general a la baja. Sin embargo, 2022 representa la primera vez desde 2002 que se registra un aumento estadísticamente significativo. Los expertos señalan que cualquier incremento en la mortalidad infantil es motivo de preocupación, dado que la salud infantil es un importante indicador de salud pública. 

El informe de los CDC identifica las principales causas de mortalidad infantil, que se mantuvieron constantes entre 2021 y 2022: malformaciones congénitas, trastornos relacionados con una gestación corta y bajo peso al nacer, síndrome de muerte súbita del lactante, lesiones no intencionales y complicaciones maternas. Notablemente, las muertes infantiles por complicaciones maternas aumentaron un 9% durante este período. 

Los expertos subrayan que la salud infantil está estrechamente vinculada a la salud materna. Estados Unidos ha enfrentado desafíos persistentes con altas tasas de mortalidad materna, que se ven exacerbadas por la falta de estándares adecuados de atención en complicaciones relacionadas con el embarazo en muchos estados. Además, la pandemia de COVID-19 ha contribuido significativamente al aumento de la mortalidad infantil en 2022, afectando a las mujeres embarazadas y sus bebés. 

Las disparidades raciales también son evidentes en los datos de 2022. La tasa de mortalidad infantil fue más alta entre los bebés afroamericanos con casi 11 muertes por cada 1.000 nacidos vivos. Las tasas de mortalidad entre los bebés indígenas estadounidenses y nativos de Alaska aumentaron más del 20%, alcanzando más de 9 muertes por cada 1.000 nacidos vivos. Estos incrementos reflejan las desigualdades persistentes en la atención y los resultados de salud en diferentes grupos raciales y étnicos. 

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